
La guerra que hasta 2005 asoló Sudán arraigó en disputas ideológicas, étnicas y religiosas. Un referéndum abrumadoramente a favor de la independencia certificó el año pasado el divorcio de Sudán del Sur, la mitad del vasto país africano. Pero la independencia, en julio, se consumó sin acuerdo sobre contenciosos clave: el trazado de una imprecisa e incontrolada frontera de casi 2.000 kilómetros, la atribución de los territorios en litigio o la suerte de los ciudadanos de un Estado que viven en el otro. Y, sobre todo, sin un pacto sobre el petróleo, el recurso vital de ambos. El encerrado sur, que alberga la mayoría de los yacimientos y cuyos ingresos proceden prácticamente del crudo, necesita los puertos del norte para su exportación. En enero interrumpió su extracción para forzar un acuerdo sobre tarifas de tránsito leoninas.
La Unión Africana ha exigido un alto el fuego inmediato y la reanudación de negociaciones, que de creer a Al Bachir y al presidente sureño Salva Kiir resultan ya imposibles. Retórica y realidad, sin embargo, no suelen ir de la mano. Una guerra abierta resultaría desastrosa para ambos empobrecidos contendientes y para una inmensa zona de África ya al borde de la ingobernabilidad. Los dos Sudán necesitan imperativamente convivir, y la comunidad internacional —desde el Consejo de Seguridad a Estados Unidos y China, sus dos interlocutores más influyentes— no debe ahorrar esfuerzos para conseguirlo.
Fuente: www.elpais.com
0 comentarios:
Publicar un comentario